De la Caligrafía a la Paleografía
En 1780, el fraile escolapio Andrés Merino de Jesucristo publicó su Escuela paleographica o de leer letras antiguas... Obra que, después de la Biblioteca Universal de Polygraphia de Cristóbal Rodríguez (1738), sería el primer tratado que se enfocó, más que en la enseñanza de la caligrafía, en la lectura y la transcripción de las escrituras en desuso, siguiendo la línea trazada por el benedictino Jean Mabillon en 1674 con su De re diplomatica libri sex, considerado el primer tratado de la joven disciplina llamada “Paleografía”.
Mabillon realizó un ejercicio de teorización de la forma en la que el estudio de las características gráficas (externas) y su correlación con la información (interna) puede dotar de legitimidad o, al contrario, denunciar el carácter apócrifo de los documentos de la historia.
Se pueden apreciar reproducciones de un par de páginas de la obra de Merino de Jesucristo en las que presentó una lista de abreviaturas en cursivas góticas de los siglos XV y XVI, que incluyeron sinistrogiros y demás obstáculos para una lectura ágil del contenido de los textos. En la página 283 de la misma obra, la edición contenía, como ejemplo de la práctica paleográfica, la reproducción de una carta poder de 1457 (arriba) y una carta de mercedes de los Reyes Católicos (abajo) con sus respectivas propuestas de transcripción en la página precedente.
Andrés Merino de Jesucristo (1730-1787). Escuela paleographica ó de leer letras antiguas, desde la entrada de los godos a España, hasta nuestros tiempos / Dispuesta por el P. Andres Merino de Jesuchristo, Religioso de las Escuelas Pias de la Provincia de Castilla. En Madrid, por Juan Antonio Lozano, Impresor de S.M., 1780. Referencia: 40953.
En 1837 salió a la luz la Paléographie des classiques latins de la Bibliothèque Royale de Paris, un interesante conjunto de láminas con sus respectivas transcripciones compiladas por Aimé Louis Champollion-Figeac (1813-1894), historiador, bibliotecario y cartógrafo, quien estuvo a cargo de los manuscritos de la Biblioteca Nacional de Francia además de ser profesor de paleografía en la École Nationale de Chartes.
Destaca de esta selección su carácter parcial —pues se trata de los más bellos ejemplos que de cada obra clásica se conservaban en la Biblioteca— pero también el esmero en la reproducción en policromía de las láminas. Como se puede apreciar, la disciplina paleográfica, ya bien cimentada, echaba mano no sólo de la caligrafía sino de otras herramientas evidenciando la consideración por el valor documental de los manuscritos de antaño.