Mudo llanto angelopolitano: honras fúnebres en la Puebla novohispana.
uebla de los Ángeles, la muy noble y muy leal, ciudad que se gozaba de su origen hispánico, que creció hasta consagrarse en la segunda ciudad del reino de la Nueva España, mantenía costumbres funerarias de su clase alta y personajes de alcurnia llenas de piedad y boato. Las honras fúnebres eran un acto más que familiar, social, donde una cuidada liturgia convivía con expresiones teatrales: llantos, procesiones fastuosas, túmulos, todos dirigidos no sólo a honrar y sobre todo orar por el alma del difunto, sino también a sostener la idea de que todos quienes acudían a tal acto también morirían. Evidentemente, a partir de los funerales de distinguidos personajes se hacían crónicas para mantener en la memoria lo impresionante de estos actos, ayudando también a sostener la nobleza e importancia de esta Ciudad de los Ángeles.
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El 15 de agosto de 1681 entre las siete y ocho de la mañana, murió en la nobilísima Puebla de los Ángeles, Jacinta de Vidarte y Pardo, joven esposa de un ilustre caballero de la ciudad, la cual además murió en olor de santidad.
Los ritos funerarios que se realizaron para ella, son una magnífica muestra de cómo se vivía la muerte, el funeral y el duelo en la sociedad novohispana: la agonía privada era sucedida por la notificación a la sociedad de que alguien había entregado su alma, el toque de difuntos era la señal; el culmen se daba en el funeral: concurrido, solemne, fastuoso, donde se daba constancia de la posición social de quien había fallecido, pero también de la necesidad de hacer patente a todos que, el destino final era común, y había que rogar por llegar al cielo.
Gregorio Sedeño (O.P.)
Descripciō de las funerales exequias y Sermon que en ellas se predico en la muerte de la muy noble y piadosa señora doña Jacinta de Vidarte y Pardo, que se hizieron en el Convento de Nuestro Padre Santo Domingo, lunes veinte y cinco de agosto de este año de 1681 a expensas de su nobilissimo esposo Don Pedro Hurtado de Mendoza Cavallero de el Orden de Santiago, Alcalde Mayor electo de la Provincia de Tepeaca por su Magestad, y que lo acaba de ser en esta Ciudad de la Puebla de los Angeles, y por renuncia que hizo de dicho oficio de Tepeaca actualmente se halla ordenado del Sacro Orden de Subdiaconato. Consagrolo a la Imagen hermosissima de Jesus Nazareno Dios, que asiste como en Trono de su Regalia, en la Capilla de la Piedad, en el dicho Convento. / Predicolo el Muy Reverendo P. Presentado Fray Gregorio Sedeño, Lector de Sagrada Theologia de dicha Religion
En Puebla de los Angeles : en la Imprenta de la viuda de Juan de Borja y Gandia, 1681.
Procedencia: Convento-Hospital de Belén de Puebla (marca de fuego)
Referencia: 27897_5
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Sor Maria Anna Agueda de San Ignacio, fue la primera priora del convento dominico de Santa Rosa de la Ciudad de los Ángeles. Prolífica escritora y reconocida mística, murió con fama de santidad el 25 de febrero de 1756. Su funeral fue celebrado por el obispo Domingo Pantaleón Álvarez de Abreu y su auxiliar. El mismo prelado eligió como sitio de su entierro la cratícula (especie de ventana por la que se administra la eucaristía a las monjas de clausura), por la fama que tenía la religiosa de experimentar un ardoroso corazón al momento de comulgar.
La noticia de su muerte se dio a conocer con dobles de campanas en todos los templos de religiosas y religiosos de la ciudad, que se sucedieron por varias horas. La cantidad de flores fue tal, que prácticamente se enfloró todo el convento y el templo. Tan sonado y solemne, que hubieron opiniones que sugerían que el funeral más parecía canonización que entierro. Es de resaltar que, al ser el funeral de una monja, la ceremonia fúnebre se llevó a cabo en el templo conventual con el concurso de la sociedad poblana, mientras que la procesión y traslación del cadáver para su sepultura, fue reservado, dentro de la clausura del convento, a las religiosas y clérigos.
Capítulo XX. De su Entierro, y de lo acaecido despues de su muerte.
(Folios 143 a 148)
Bellido, José, (S.I.), 1700-1783.
Vida de la V.M.R.M. Maria Anna Agueda de S. Ignacio, primera priora del Religiosissimo Convento de Dominicas Recoletas de Santa Rosa de la Puebla de los Angeles / compuesta por el P. Joseph Bellido de la Sagrada Compañia de Jesus ; la saca a luz el Ilmo. Sr. Dr. D. Domingo Pantaleon Alvarez de Abreu, Arzobispo de la isla de Santo Domingo, y dignissimo Obispo de la Ciudad de la Puebla de los Angeles en el Reyno de Mexico
En México : en la imprenta de la Biblioteca Mexicana, 1758
Procedencia: Oratorio de San Felipe Neri de Puebla (marca de fuego)
Referencia: 17643
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Felipe V, primer rey de la dinastía Borbón en España, falleció el 9 de julio de 1746, la noticia se conoció meses después en la Nueva España, y la nobilísima Puebla de los Ángeles se aprestó a celebrarle exequias en la Catedral. Para dicha celebración se edificó el tradicional túmulo funerario, que era una construcción efímera de varios niveles, rodeado de velas y antorchas. En éste se ponía un féretro cubierto de tela, debido a que una de las funciones primarias de los túmulos era realizar las honras fúnebres de los miembros de la familia real muertos en ultramar, para integrar a la sociedad en un mismo sentido de duelo; la forma, para las exequias regias, era la de una pirámide elevada a lo más alto del templo, simbolizando el poder real sometido a uno más categórico: el de la muerte misma.
En su elaboración intervenían todo tipo de gremios: para la estructura, albañiles, carpinteros y pintores de brocha gorda; sastres y teñidores, para cortar y teñir las telas; veleros, cereros y candelilleros, para las ceras y candiles que llevaban; para la decoración, pintores y escultores; y literatos para componer los versos que acompañarían las imágenes. Todos estos hacían los elementos que no podían faltar en máquina de espanto alguna: el catafalco, sustituto del cuerpo, con las insignias propias del personaje (corona si era rey, tiara si se trataba del pontífice, mitra para obispos, espada y sombrero para virrey, etc.); las representaciones propias de la muerte, como el cráneo, los fémures, la guadaña y el reloj; las pinturas y versos ensalzando las virtudes y los hechos de la vida del finado; el retrato o escultura del muerto.
Mier Caso y Estrada, Francisco de,
Voces de el Silencio, mudo llanto con que la Cesarea Ciudad de los Angeles, como en sombras, diò à luz su inexplicable pena en el fallecimiento del Catolico Monarcha de las Españas Don Phelipe Quinto (que en el Cielo está) erigiendo en abrasada Pyra de sus leales pensamientos, memoria perpetua á su dolor, Phenix de el sentir, / animado con los Geroglificos, que discurrió, y Poemas, con que diò cuerpo a su expresion el General D. Francisco de Mier Cazo y Estrada, Alcalde mayor de las Provincias de Yohualican, y S. Juan de los Llanos, Capitan à Guerra de sus Fronteras, Regidor perpetuo y Alcalde Ordinario de la misma Ciudad, que como su Procurador general, le eligiò Comissario para estas Augustas Exequias, que se hizieron en la Santa Iglesia Cathedral, los dias seis, y siete de Febrero, en este año de quarenta y siete. Dedicalas el mismo D. Francisco, en nombre de la Ciudad de la Puebla, al Rey nuestro Señor, que Dios guarde
En la Puebla : por la Viuda de Miguel de Ortega y Bonilla, en el Portal de las Flores, 1747
Referencia: 32051_02