7. Supersticiones
Cuando se habla de brujería, casi siempre se piensa en la relación de las brujas con el diablo. La memoria cultural de varias civilizaciones así lo ha registrado. En ese sentido, bruja (brujería), diablo y maldad forman una triada indisoluble. En tiempos remotos, bastaba con invocar al diablo para que a este personaje de inmediato se le adjudicara la responsabilidad de toda suerte de infortunios físicos y/o morales. O bien, se podría pensar, a manera de desliz, en la evocación del nombre de las bestia, con la consabida martirización de la mente del buen cristiano que en el peregrinar nocturno de su imaginación, cincelaba entre sombras un par de pezuñas y una cabeza con cuernos, características distintivas del maligno. En ese mismo orden de ideas, la bruja se observaba como una aliada y subalterna del demonio. A los ojos de la iglesia, ella representaba la decadencia absoluta del género femenino.
Fragmentos de la presentación a la obra facsímil, páginas V (arriba) y X (abajo)
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Fragmentos de los capítulos sobre reglas generales y sobre las maneras y especies de supersticiones, páginas 19 y 20 (arriba), 38 y 39 (abajo)
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Litografía, ilustración inicial de la obra, dibujo de Urrabieta e impresión de Roca.