Introducción

La Inquisición fue creada en el siglo XIII, como un mecanismo de protección del cristianismo. Se trataba de una actividad judicial controlada por el papa y dirigida a erradicar la herejía, particularmente el catarismo que se había expandido por la región del Languedoc, al suroeste de Francia. Los inquisidores partían de un sistema de justicia que se basaba en la sospecha de culpabilidad y en la fe de los testigos.

La inquisición medieval se estableció en distintos lugares en momentos específicos, pero no llegó a conformar una institución centralizada. Por eso fue importante la creación del Tribunal de la Inquisición en Castilla y Aragón a finales del siglo XV y de la portuguesa, medio siglo después, dos instituciones destinadas a perseguir el criptojudaísmo: un fenómeno creado por la expulsión de los judíos y la intolerancia cultural y religiosa en la Península.

Después del estallido de la Reforma, las Inquisiciones de Portugal y de España hicieron eco de la condena de Roma. Los seguidores de Lutero, de Erasmo y de otros teólogos que buscaban reformas en la Iglesia fueron perseguidos; también sus libros, impresos y manuscritos. Con la imprenta, los libros se volvieron vehículos eficaces de transmisión de ideas; de ahí el empeño de vigilarlos y censurar las opiniones disidentes.

Entre los siglos XVI y XIX numerosos tribunales de Inquisición se establecieron en todo el mundo catolico: en Europa principalmente, pero también en Asia y América. Los tribunales dependían de alguno de los tres grandes sistemas inquisitoriales: la Inquisición española, la Inquisición portuguesa o la Inquisición de Roma.

Auto de fe de 1680, Francisco Rizi

Auto de Fe en la plaza Mayor de Madrid

Óleo sobre lienzo, 277 x 438 cm

Autor: Francisco Rizi, 1614-1685.

Procedencia: Colección Real, Museo del Prado.