El origen del diablo I. En el principio… también fue el mal.
El mal existe entre nosotros, aunque el problema para la humanidad ha sido entender su origen y esencia. La cristiandad, después de un complejo proceso religioso y cultural, asoció con el mal a un personaje vinculado directamente con la soberbia: el diablo.
El diablo fue entendido como la personificación misma de todo aquello que física o espiritualmente daña la naturaleza humana.
Desde el origen mismo de la creación divina, los textos bíblicos comenzaron a dibujar la figura diabólica, vinculándola, principalmente, con el pecado original y el fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal.
En 1667, el inglés John Milton (Londres, 9 de diciembre de 1608 – 8 de noviembre de 1674) publicó El Paraíso Perdido, obra en la que explora el sentido del mal y el poder de Dios, tomando como eje las acciones de Adán y Eva, así como el plan del diablo para arruinar el Paraíso como venganza contra Dios.
La obra expuesta es una traducción al español de esta gran obra que fue acompañada con el espectacular trabajo gráfico de Gustave Doré, (Estrasburgo, Francia, 6 de enero de 1832 – París, Francia, 23 de enero de 1883).
La interpretación que hizo este gran ilustrador francés de los pasajes de Milton nos regaló uno de los conjuntos más imponentes sobre la interpretación visual del diablo, desde sus orígenes al rebelarse contra Dios hasta su expulsión junto con las huestes de ángeles caídos como se puede apreciar en la siguiente secuencia.
La primera lámina expuesta está relacionada con la reflexión que el príncipe de las tinieblas hace sobre la obra de Dios, incluidos sus primeros habitantes:
“¡Oh Tierra! ¡Cuán semejante eres al Cielo, por no decir superior y morada más digna de los dioses, dado que has sido producto de una segunda creación, con la cual se perfeccionó la antigua!”
El origen de los demonios es distinto al del diablo, considerando que eran ángeles buenos que siguieron al diablo en una batalla en el cielo contra Dios. Miguel y los ángeles buenos los combatieron y expulsaron del cielo (Apocalipsis, 12, 7-9).
Podemos observar en la versión de los Ejercicios espirituales del jesuita Sebastián Izquierdo un grabado en madera que muestra una interpretación visual de este pasaje bíblico, inspirado (prácticamente copiado, pero "en espejo") en otro grabado contenido en la edición de la obra de san Ignacio impresa en Ámberes unos veinte años atrás, en ambas los seguidores del diablo son representados como ángeles que caen del cielo producto de su soberbia.
Como se lee en la obra citada del jesuita Izquierdo:
“…y cometieron un pecado mortal […] De Ángeles los hizo Demonios; de las criaturas más hermosas las más abominables: de amigos de Dios enemigos capitales suyos; de moradores del Cielo prisioneros del calabozo del Infierno; y de criaturas las más dichosas las más infelices; pues trocaron la eterna gloria por tormentos eternos.”
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En el Tratado de las supersticiones, aquí expuesto, podemos leer que su autor, el teólogo español Pedro Ciruelo, justifica la llegada de Cristo para quitar al diablo como un usurpador del reino de la tierra, para que con:
“su divinidad combatiese con el diablo y lo echase del mundo como un tirano y falso señor”.