Formas y representaciones del diablo III. El enemigo
El diablo vencido o derrotado por Cristo, la Virgen María o alguna santa o santo es una de las estrategias visuales más importantes para comunicar el sentido de la victoria sobre el mal como elemento de santidad.
Por esta razón, se han elegido una serie de grabados de diversas obras que ejemplifican a la perfección esta idea.
En las Obras de la gloriosa Madre Santa Teresa de Jesús, encontramos una imagen que la representa en el momento de recibir la iluminación del Espíritu Santo, a manera de inspiración para escribir sus obras. El autor de la imagen, el español Juan Bernabé Palomino (Córdoba, 1692 - Madrid, 1777), eligió mostrar a la santa sentada frente a la mesa donde apoya un grueso volumen, rodeado por elementos de escritura como el tintero y la pluma, además de un cráneo, símbolo de lo efímero de la vida; en el momento en que es sorprendida por los rayos de la paloma, símbolo de la tercera persona de la Trinidad, por lo que frena su escritura.
Este grabado cobra un sentido muy particular al hacer evidente el poder de la obra teresiana, inspirada por la divinidad, como un elemento para vencer al maligno, hecho que es evidenciado por la imagen del diablo debajo de la mesa que estruja una serpiente.
*
El otro libro expuesto, Lecciones Espirituales para los ocho dias de exercicios, es una obra impresa en Puebla relacionada con los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola, por lo que se realizó un grabado para el inicio de la obra que guarda relación directa con una de las características que hasta hoy le damos a este santo: vencer y ahuyentar al demonio.
El grabado muestra a San Ignacio con sotana y birrete, en un valle con una cruz a su espalda, mientras que en el cielo resplandece el monograma IHS, Iesus Hominum Salvator, es decir, “Jesús Salvador de Hombres”, mismo que fue adoptado por san Ignacio como emblema de la Compañía de Jesús.
Frente a San Ignacio se representó a un guiverno o wyvern, criatura legendaria alada como reptil de dos patas con cabeza de dragón, cola rematada en una púa y que se consideraba que tenía un aliento venenoso, que simboliza al diablo. Por esta razón, San Ignacio lo fustiga con un látigo.
Este grabado fue realizado por el poblano José Nava, quien lo firmó en la esquina inferior izquierda, mientras que en la derecha escribió “Angpli”, en alusión a esta ciudad, la Angelópolis. Ya desde el siglo XVIII se consideraba que la devoción a San Ignacio permitía colocar una cédula en el interior de las puertas para ahuyentar “duendes, infestaciones del demonio, contra brujas y hechizos para defender las criaturas, y los mismos ganados de ser hechizados o maleficiados”. La cédula decía: “San Ignacio de Loyola, Fundador de la Compañía de Jesús, al demonio, no entres.”
La idea de San Ignacio como vencedor del diablo sigue vigente hasta nuestros días, como lo podemos comprobar en la tradición poblana de visitar el Templo del Espíritu Santo o “de la Compañia”, vecino de esta biblioteca, para obtener agua de San Ignacio misma que, entre tantos usos, es usada para ahuyentar el mal de las casas.
*
Esta misma representación draconiana del mal, la podemos observar en la reproducción del frontispicio de la Geographia Sacra, misma que fue utilizada para contrastarla con las alegorías de los continentes que se agrupan en torno a la Iglesia Catolica como símbolo de bondad.
Y también en una de las escenas que ilustra uno los ejercicios espirituales, donde se aprecia nuevamente a san Ignacio de Loyola acercándose a Cristo tras vencer a un dragón, del que solo se aprecia su cabeza, y a un perro (símbolos respectivamente de la maldad de la soberbia).