El origen del diablo II. El tentador y el engañador
La tentación que recibe Cristo por parte del diablo es uno de los pasajes más importantes del cristianismo para mostrar la naturaleza divina del hijo de Dios y como ejemplo de resistencia a los ofrecimientos de riquezas terrenales y temporales diabólicas en contraposición a la gloria eterna:
Después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, sintió hambre.
Y el tentador, acercándose, le dijo: «Si tú eres Hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en panes». Jesús le respondió: «Está escrito: "El hombre no vive solamente de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios"».
Luego el demonio llevó a Jesús a la Ciudad santa y lo puso en la parte más alta del Templo, diciéndole: «Si tú eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: "Dios dará órdenes a sus ángeles, y ellos te llevarán en sus manos para que tu pie no tropiece con ninguna piedra”». Jesús le respondió: «También está escrito: "No tentarás al Señor, tu Dios”». El demonio lo llevó luego a una montaña muy alta; desde allí le hizo ver todos los reinos del mundo con todo su esplendor, y le dijo: «Te daré todo esto, si te postras para adorarme». Jesús le respondió: «Retírate, Satanás, porque está escrito: "Adorarás al Señor, tu Dios, y a él solo rendirás culto”». Entonces el demonio lo dejó, y unos ángeles se acercaron para servirlo.
El grabado que acompaña el pasaje evangélico muestra una de las características más importantes en la personificación del diablo y su naturaleza maligna: la fealdad en su rostro. La relación entre el mal y la fealdad es un tema en discusión desde el mundo clásico y que en el cristianismo tuvo una aplicación moral al representar al diablo como un ser que debido a la soberbia, transformó su belleza por fealdad. Por esta razón, el diablo adopta diversas formas para seducir a la humanidad, mismas que esconden su naturaleza y sus oscuras intenciones, por lo que hasta el último momento de la vida hay que estar conscientes de esto.
El diablo también se asocia con la muerte y con el cuerpo como cárcel de la que el alma debe escapar para encontrarse con Dios.
Los grabados expuestos que acompañan el pasaje relativo a la tentación de Cristo son ejemplos claros de estos temas. En la reproducción vemos la tentación que hace el demonio con forma monstruosa a un moribundo. Cuando las tentaciones a partir de su fealdad no funcionan, entonces, muda su apariencia y le muestra no los suplicios, sino las obras buenas que hizo en vida para que se sienta orgulloso de ellas:
“El demonio para hacer perder al enfermo todos los frutos de esta virtud, se sirve de los medios contrarios […] En vez de inspirarle temor y traerle desesperación con la memoria de sus pecados, le pone delante los ojos las buenas obras que hizo, para inspirarle orgullo y adormecerle con la seguridad […] Esta es la razón, porque el Demonio toma otra forma, y el Pintor nos le representa agradable”
Nuevamente, la soberbia y el orgullo se muestran como el camino al infierno, siendo la temática permanente en la naturaleza del diablo y su origen como el líder del ejército de ángeles malignos que buscan llevar almas a su oscura morada.