8. Impresos de todo y para todos, calendarios temáticos
Los editores de la segunda mitad del siglo XIX fueron conscientes de la gran demanda de calendarios en la sociedad mexicana, así como de la fuerte competencia editorial. Esto llevó a que varios autores ofrecieran calendarios con temáticas más específicas y orientados a determinados receptores. Ello no significa que se hayan excluido algunos lectores. Las diferentes publicaciones muestran, más bien, que hubo interés en dirigir impresos a todo tipo de público a partir del sexo, el sector profesional, el laboral, o por los variados gustos. Existen diversos calendarios que ejemplifican lo anterior; ellos integran artículos especializados, propaganda comercial, textos morales, ilustraciones, etcétera.
Durante el estallido de la Guerra de Reforma en México (1858-1861), la imprenta de N. Chávez sacó a la luz su Calendario de Artes y Oficios de 1858. Dicho impreso lleva una cubierta original que muestra una litografía de Hesiquio Iriarte y Cª, la cual representa un ferrocarril con los rótulos de “Guadalupe” y “Escandón”. De la cabina del tren se asoma un maquinista y observamos una pequeña imagen de la Virgen de Guadalupe, así como un águila, elemento del escudo nacional.
Aunque la situación bélica y la división interna del país representaron dificultades para los mexicanos, autores como Chávez enaltecieron algunas instituciones, la modernización y los avances tecnológicos en México. Ejemplo de ello es “El camino del fierro” con trayecto de la Ciudad de México hacia la Villa de Guadalupe y que según el editor figuraría: “en el catálogo de las naciones cultas”.
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En cuanto al Calendario Científico para 1863, a través de artículos e imágenes, se enfatizó en asuntos relacionados con las ramas de la ciencia. Tal es el caso de un texto sobre el Sistema Métrico Decimal y la Carta General de la República Mexicana. Ésta última no es un mapa común, sino una representación desplegable (litografiada por H. Iriarte) que indica de forma puntual, por ejemplo, las villas o cabeceras, los caminos, los puertos generales, los límites entre México y Estados Unidos de América, etcétera.
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Por otro lado, hubo calendarios que reflejaron su postura política durante la presencia francesa en México. Uno de ellos fue el Calendario Católico para el año de 1863, mismo que salió de la imprenta de Andrade y Escalante. En dicho impreso se incluía, por ejemplo, un “Compendio de lo que todo cristiano debe saber, creer y practicar” en el que se señalaba la presencia de un solo Dios. Este tipo de almanaques evidenciaron también una línea piadosa y una tendencia más bien conservadora.
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Hubo también calendarios de tipo mercantil e industrial. Durante el Segundo Imperio, J. Parra y Álvarez publicó el Calendario del Comercio de 1866. Una publicación orientada a difundir todo tipo de servicios y productos que los lectores podían solicitar y adquirir.
Ejemplo de ello fueron las peluquerías y perfumerías de los Señores Macé, así como las joyerías y relojerías ubicadas en la Calle de Plateros (abajo, primera imagen). Como estrategia de venta, se diseñaron anuncios con imágenes que representaban los negocios de los propietarios. Tal fue el caso de L. Baulot y Cia, que para publicitar sus artículos como cubiertos, alhajas y relojes, insertó una estampa que mostraba la fachada de su local y a algunos transeúntes interesados en sus objetos en venta (abajo, segunda imagen).
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Mientras acontecía el auge del Porfiriato, se publicó el Calendario para el año bisiesto de 1884 como obsequio del Comercio y de la Industria. La Agencia de Publicaciones de A. Delanoe sacó a la luz este tipo de impresos, los cuales tuvieron entre sus propósitos, informar sobre los adelantos industriales en el país y poner los artículos en venta.
Un ejemplo interesante es el de los emplastos de José Grisi. Al mismo tiempo de que se anunciaban los medicamentos para su compra, se le informaba al lector que dichos productos habían sido galardonados con medallas de oro y menciones honoríficas en exposiciones nacionales.
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Los niños también fueron tópico relevante en la factura de calendarios durante el siglo XIX como ocurrió en el Calendario infantil para 1885.A este interés respondieron algunos editores como Miguel Quesada quien sacó a la venta este impreso desde 1884.
Claramente, su publicación estuvo dirigida a los padres, ya que incluye pensamientos, versos, cuentos, juego, entre otros; la mayoría presentan una línea moral y generalmente aparecieron entreverados en las páginas para dar cierre a un mes del calendario. Con fines de incrementar su público en el ámbito editorial, Quesada utilizó también el almanaque para anunciar otra de sus publicaciones que circulaba en ese momento, como fue La Enseñanza Objetiva, un periódico con fines de instrucción a los niños.