El Dragon alado
Por lo general, el Dragón es una criatura con cuerpo de reptil, dos o cuatro patas y alas. Se caracteriza por su ferocidad y por su capacidad de expulsar fuego por la boca. Plinio escribe que los dragones tienen como principal enemigo al elefante: los dragones pueden apresarlo fácilmente con sus anillos y sorber toda su sangre, por lo cual el elefante se desploma desangrado y los dragones son aplastados bajo su peso. Víctima y victimario mueren, así, al mismo tiempo.
Además de las historias que ofrecen los tratados naturalistas y la mitología –como la de la cultura Nórdica que llega a nosotros mediante las obras de Olaus Magnus–, las tradiciones religiosas representan al dragón como un monstruo agresivo y difícil de vencer, pues estos enormes reptiles, si bien enfrentan a otros animales de igual envergadura, también son los adversarios por excelencia de los héroes, dioses y santos.
Un ejemplo de lo anterior nos lo ofrece la mitología griega mediante la historia de Cadmo y su enfrentamiento con la enorme serpiente (Vípera) que custodiaba la fuente de Ares. Otro caso se nos presenta, según la hagiografía cristiana, cuando San Jorge mata al dragón que atacaba la ciudad de Silene para salvar a la princesa Alcione de ser devorada por esta fiera.
Así, el dragón en su uso ideológico presenta simbologías opuestas, pues además de ser escogido como símil de dimensión política, valor o fuerza, también es simbólicamente el signo de la maldad al ser alanceado por San Jorge, ya que en este caso el santo patrón es el representante del Bien. El dragón es el guardián del umbral y se encarga de custodiar celosamente determinados lugares o tesoros, pero también es el símbolo del Mal, por lo que es común la idea de lucha contra dragones en los reinos cristianos que pretenden impulsar la religiosidad de los fieles de la época. En la escena de la lucha entre ambos adversarios también es iconográficamente idóneo para representar la victoria sobre la herejía religiosa y otros asuntos rechazados por la Iglesia católica. El dragón de este tipo, también llamado dragante (dragón con la boca abierta, mordiendo o tragando la lanza), es muy frecuente en la heráldica y está relacionado con la caballería y con San Jorge.
En un pasaje atribuido al Libro de Daniel (en el capítulo 14, considerado una adición extra canónica), por ejemplo, aparece la historia de la destrucción del Dragón al que los babilonios rendían adoración.
Otros ejemplos se pueden apreciar en escudos como el de D. Pedro Anselmo Sánchez de Tagle, inquisidor del Santo Oficio, o cuando se representa a San Ignacio de Loyola como el mayor enemigo del dragón, por lo que este santo tiene gran poder contra el demonio. De este modo, vencer al dragón constituye, pues, un acto simbólico de justicia que, trasmutado en otro orden de creencias, en las culturas antiguas implicaba los rituales de iniciación del héroe, mientras que en la Iglesia cristiana significa el triunfo de la fe sobre el paganismo y el Diablo.
En los escudos de caza, de guerra o de armas de las familias nobles constantemente aparecen animales, entre los más frecuentes están el león, el águila y el halcón, pero también el Grifo, el Dragón y el Unicornio, pues a éstos se les conceden atributos de protección y salvaguarda basados en las particularidades de los animales que representan. Determinadas especies animales crean ciertos vínculos con grupos según la orientación básica de su actividad y cada grupo se descubre en su animal totémico: animales salvajes y fuertes corresponden a grupos belicosos; animales mansos corresponden a grupos pacíficos.
En la heráldica, frecuentemente, el dragón es signo también de fuerza invencible, así parece que se pretendió expresar en el retrato en grabado calcográfico de Carlos III en la obra impresa que gozó de su especial cuidado y patrocinio.
En una variante de esta idea, en uno de los emblemas de Alciato se ve un dragón acompañado de otros atributos (cabalgado por un hombre, o por Minerva en algunos casos, en cuyas manos porta una antorcha, representando la luz durante la noche, y una trompeta, símbolo del aviso), aquí el dragón es usado para enseñar la virtud de la vigilancia que el soberano debe tener, no confiando del todo en la protección de sus murallas.
Además, debido a que los escudos representan determinadas situaciones o caracteres personales de quien los posee, existen escudos que, por encima de ser un emblema moral y espiritual, aluden a una familia o linaje, una ciudad, provincia, o nación. Tal como puede apreciarse en el escudo de armas de Hans de Hofman (1713-1793) plasmado en su ex libris, donde el dragón y el águila fueron insignias esenciales desde que su padre, Sören de Hofman, fue elevado a la nobleza danesa en 1749.
Otro ejemplo lo encontramos en el escudo de armas de la Villa de Mondragón o Arrasate, en la provincia de Guipúzcoa, que representa una de las leyendas de la mitología de Vasconia: En un castillo situado en la cumbre del monte Murugain, ahora llamado de Santa Bárbara, vivió un feroz dragón (Herensuge o Errensugea, en euskera). Una vez al año, el monte crujía y temblaba para dar salida al terrible monstruo que se alimentaba del ganado de la región, pero también de carne humana. Los habitantes de Arrasate habían logrado aplacar al engendro ofreciéndole una doncella del pueblo elegida al azar.
Cuando la suerte cayó sobre la prometida de un valeroso herrero del pueblo, éste se enfrentó al dragón con una barra de hierro al rojo vivo con la cual, usándole como lanza, hirió de muerte a su enemigo. El dragón desapareció pero desde entonces, como recuerdo de la proeza del herrero, según se dice, aparece un dragón en el escudo de Arrasate, comunidad que también recibe la denominación de Mondragón (Monte del dragón) desde 1260 por concesión del rey Alfonso X “El Sabio”. Por esa razón el escudo de la población fue colocado en la base de uno de los pilares de la portada arquitectónica de la obra de Esteban de Garibay y Zamalloa, vecino de la Villa.