Salamandra
Este pequeño réptil de hábitos terrestres ha inspirado a filósofos, naturalistas y poetas antiguos, quienes realizaron descripciones fabulosas que más tarde se transmitieron a los estudiosos de la emblemática durante el siglo XVII.
Se decía que el veneno de la salamandra era capaz de envenenar fuentes y manantiales e incluso matar varios hombres a la vez. En algunas ocasiones, también se afirmaba que vivía únicamente del elemento fuego, por lo cual la fuerza de las llamas no podía dañarla, otras veces se señalaba que la salamandra era tan fría que cuando tenía contacto con el fuego lo extinguía totalmente.
Predomina, en suma, la simbología cristiana y ambivalente en torno a la figura de la salamandra, la cual dicta, por un lado, que los cuerpos sólo pueden vivir en el fuego, lo que constituye el símbolo del condenado que sufrirá las llamas eternas del Infierno sin consumirse; por otro, la salamandra tiene la virtud de apagar el fuego, lo que representa el símbolo del justo que gracias a su fe no recibirá del fuego daño alguno, como pretende mostrarse en el ejemplo del sacerdote jesuita misionero en Japón Carlos Spinola (1564-1622) cuyo martirio fue ser quemado a fuego lento.
Diversos impresores también han ocupado su figura al estampar la marca de su taller en las portadas, echando mano de otro significado más: el del hombre que persigue la virtud a través de la dificultad, como sugiere por ejemplo el mote “Virtuti sic cedit invidia” (la virtud cede a la envidia), que el impresor Jean Senneton y sus descendientes emplearon